¿Nos acordamos de cuando "nos oponíamos" al Tratado de Maastricht? ¡Qué tiempos aquellos! La "verdadera izquierda", sindicatos y otros se manifestaron en tiempos de Felipe en el gobierno, porque consideraban el Tratado de la Unión Europea demasiado centrado en cuestiones económicas y no sociales. Las "bestias pardas" eran los padres del tratado: Felipe González, Jacques Delors, Helmut Kohl, François Mitterrand... Se negoció en el meollo del "momento España", con las olimpiadas de Barcelona, la Expo 92 de Sevilla, el AVE... Un caldo de cultivo especial, cuando apuntaba ya por el horizonte la crisis económica del 93, para seguir combatiendo al gobierno socialista de entonces, después de haber sobrevivido a la huelga general del 14D de 1988.
Y cómo echamos de menos ahora a esos padres del tratado. Aquel creó la ciudadanía europea y la moneda única, culminó el proceso de los tratados constitutivos (CEE, CECA y EURATOM), añadiendo las políticas exterior y de seguridad común y la de justicia e interior. Sin olvidarnos de la creación del Fondo de Cohesión, esas ayudas por las que Aznar llamó pedigüeño a Felipe. Después vino la experiencia fracasada de la non nata Constitución europea de 2004. Ahora tenemos el Tratado de Lisboa, que no ha sabido dar agilidad a la arquitectura institucional de este club de 27 países. Y prueba de ello es lo que vivimos en estos momentos en que la crisis nos ataca por todos lados, enredados y constreñidos por nuestras propias normas.
¡Qué diferencia de líderes europeos tenemos! ¿Sabemos quién es Van Rompuy (Presidente del Consejo Europeo)? ¿Y Catherine Ashton (Alto Representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad)? ¿Lo saben los ciudadanos y ciudadanas de Europa? Me temo que no. Solo conocemos algunos nombres de gobernantes nacionales; algunos, los caídos por la crisis, casi ya los hemos olvidado. Únicamente los mandamases del nuevo eje "franco-alemán": Sarkozy y Merkel. O, más que eje, el nuevo Reich, gobernado con mano de hierro y cabeza de granito por la nueva "Kaiser-esa", y su "senescal" Sarko, que busca a la desesperada no enfadar a la canciller alemana para no verse sacrificado en el altar del Dogma económico-liberal, como lo fueron Berlusconi, Papandreu y los demás "mártires". "Que Merkel dice no a los eurobonos, pues yo digo igual, como siempre, ¿no?"
¡Qué tiempos aquellos de los ochenta y noventa! Entonces se construía a Europa. Hoy mediocres funcionarios de partidos, aupados a los puestos de máximo nivel, intentan sobrevivir a costa de cargarse a los demás. ¡Tonto el último!, gritan cuando no mira el vecino. Seguro que Rajoy, después de haber hablado con la "Kaiser-esa", está en su despacho, en silencio, estudiando los mandamientos del nuevo Reich, como cuando se preparaba las oposiciones a Registrador de la Propiedad. "Dos y dos son cuatro; cuatro y cuatro, ocho, y me llevo una, ¡no! esa para Angela", pensará el "escriba" de Santa Pola. Él tampoco quiere verse tendido en el ara de los sacrificios. Da igual lo que pase con otros, lo importante es sobrevivir sin romper las reglas del Gran Dogma, aunque dejemos tirados a otros países. Cuando vienen malos tiempos el mediocre no busca ideas o soluciones innovadoras, solo se apunta a la disciplina, a lo memorizado, solo obecede. Y algunos aquí tiran de obediencia. Aunque nos carguemos Europa.
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