Parece que en los últimos tiempos todos removemos el pasado. La muerte de Adolfo Suárez sirvió para recordar la Transición. Eso motivó la publicación de un libro que pone en cuestión el papel del Rey en el golpe de estado del 23F. Bueno, más bien acusa al monarca de participar en una intentona previa para forzar el cambio del gobierno. La monarquía se vio zarandeada por quienes parecía que eran sus naturales defensores, contribuyendo a la caída en popularidad de la familia real y la institución en sí. Parecía que el ideal republicano se iba a imponer.
Nada de eso ha ocurrido realmente. Ni siquiera la conmemoración de las primeras elecciones municipales de la Democracia, hace 35 años, ha servido para recordar que la II República llegó tras otras elecciones municipales. Hace un año escribía en este blog sobre la necesidad de una intelectualidad que nos iluminara sobre el camino a seguir en estos tiempos de zozobra económica, social, política y cultural. Mucho me temo que el panorama sigue siendo el de un desierto en este campo. Seguimos teniendo el mismo tipo de "intelectual" que entonces incluso nombraba (Willy Toledo volvió de Cuba hace poco para encabezar las manifestaciones del 22M). Y la reivindicación de la República sigue reduciéndose en muchos casos a la glorificación de la experiencia fracasada del régimen surgido el 14 de abril de 1931. Algo que no ayuda precisamente, al reducir el debate (es un decir) al puro enfrentamiento entre revanchismos de uno y otro signo. Para colmo, algunos que dicen defender la República como modelo, al basarse en la experiencia frustrada, adoptan comportamientos que ya entonces fueron reprobables, como el saltarse la legalidad a la torera, para beneficiar a los cercanos, incluso en perjuicio de los más necesitados (como hemos visto recientemente en Andalucía). Y otros atacan a la monarquía, no por propugnar un sistema mejor, sino por castigo al que consideran un traidor al régimen que lo encumbró.
Para mí, el ideal republicano sigue teniendo valor. Aquel ideal que surgió con la Revolución Francesa. Ideal como forma de elegir a los que gobiernan y legislan, sin cortapisas míticas ni de la tradición, desde la primera hasta la última magistratura del Estado. Ideal como concepción del poder plenamente democrático, sin herencias de ningún tipo. Ideal de libertad individual, sin merma de la solidaridad. Ideal de legalidad, de igualdad ante la ley (opuesto a los privilegios del Antiguo Régimen o los chanchullos que discriminan según pertenencia a un grupo determinado). Ideal de supresión de privilegios de cuna, de religión, de propiedad. Ideal de libertad religiosa, con estricta separación entre el Estado y las entidades religiosas, sin sumisión ideológica ni financiera recíproca. Ideal de extensión de la cultura y la educación en todo el pueblo, sin privilegios, por el derecho a promocionarse y cultivarse. Ideal de una justicia independiente. Estos ideales siguen siendo válidos, y en muchas partes son un deseo todavía por hacer realidad. Por eso sigo siendo republicano, aunque algunos no lo entiendan. No para añorar el pasado, sino para ganar el futuro.
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