Zaragoza tiene varios puentes. Uno famoso, por estar en las cercanías de la Basílica del Pilar, es el Puente de Piedra, un puente medieval que cruza el Ebro, por donde antes hubo un puente romano. A la entrada de ese puente (supongo que también a la salida por el otro barrio, aunque no lo vimos, pues no lo cruzamos en su totalidad) hay unos pedestales altos (como columnas, o, más bien, pilares) donde se ubican unas estatuas de leones, una a cada lado de los pretiles del puente. Al verlos me acordé de lo que le pasaba a los leones del Congreso de los Diputados.
Recordemos la decepción que causó comprobar que uno de los leones del Congreso no tenía sus partes pudendas, o sea, sus genitales, mientras que el otro sí. No sé si tras dos años del descubrimiento se ha solucionado ya el problema por el presidente de la Cámara Baja, Don Jesús Posada, siempre él tan cuidadoso, formalista y solemne.
Cuando vimos los leones de Zaragoza, rápidamente me dispuse a comprobar si estaban "completos". Y, efectivamente, como vemos en la imagen, los leones del puente de piedra son leones (no leonas con melenas), muy machos, hechos y derechos, y con todos sus atributos. No son eunucos. Los maños no se andan con chiquitas. ¡Qué alivio!
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