Como un rayo ha caído el resultado de las pasadas elecciones en Grecia. Sobre todo en Alemania y sus aliados en los mercados. El país heleno ha decidido no beber más la cicuta que le habían impuesto los defensores del "mito del mercado todopoderoso" y no han sucumbido al chantaje ni a las amenazas de los mandamases europeos, encabezados por la arrogante Alemania de Angela Merkel. Han escogido a los "impíos" (como Sócrates) de Syriza, que nada más empezar a gobernar, ha implantado algunas de las promesas electorales. Era previsible su victoria, aunque no tan abultada. Lo malo es que han dejado patidifusos a propios y extraños pactando con la derecha nacionalista (racista, xenófoba y tradicionalista) para obtener la mayoría absoluta deseada, solo por su anti-europeísmo confeso, haciendo de tripas corazón y buscando la confluencia en lo negativo (su común rechazo a las imposiciones de la Comisión Europea) en lugar de en las propuestas de futuro (algo que nos recuerda a determinadas posturas de aquí). Nadie ha sido indiferente al resultado. Son pocos días y el nuevo gobierno griego acumula pros y contras con rapidez inusitada. Debemos esperar acontecimientos para hacer una valoración más sosegada que permita saber si es positivo de verdad este cambio de rumbo en un gobierno del sur de Europa. Por lo pronto las instituciones de la Unión han puesto sordina a los gritos y amenazas de los días anteriores. El panorama electoral que se nos presenta en nuestro país este año (elecciones en Andalucía en marzo, municipales y autonómicas en mayo, en Cataluña en septiembre, y generales, posiblemente, en diciembre) viene repleto de incertidumbres. ¿Se extenderá la "tormenta griega"? A Angela Merkel parece que le esperan más sobresaltos en los próximos meses.
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