Como relataba hace dos años, la fiesta de los santos mártires, cristiana, la pasó la iglesia a estas fechas para aprovechar la tradición local, entre pueblos indoeuropeos, de venerar a los difuntos familiares, dividiéndola en dos partes: "Todos los santos", el 1 de noviembre (cuya víspera es el samhain o samonios de origen celta), y la fiesta de "Todos los fieles difuntos", el 2 de noviembre, a continuación, para mantener la ligazón entre ancestros fallecidos y seres sobrenaturales o sagrados.
Hoy, otros santos, me vienen a cuento. Hoy celebraremos, un año más, las migas que mi suegro, Miguel Santos, organizaba en su casa con motivo de su cumpleaños: "las migas de los Santos". Aunque él falleció hace años, sus hijos e hijas han mantenido la costumbre de reunirse con la familia en torno de un buen perol de migas.
El otro Santos a que me refiero hoy es el propietario de la taberna que hay en Córdoba, famosa por hacer una tortilla exquisita y de gran tamaño. El domingo estuvimos tomando un pincho de tortilla y una cerveza. Recordando la etapa de estudiante universitario, cuando, más de una noche, la cena se redujo a degustar un plato de la tortilla de este señor. Esta taberna, situada junto a la Mezquita, es de tan pequeñas dimensiones que la mayoría de los clientes compran su consumición en la barra y se salen a degustarla, aprovechando como mesa y asiento la peana de piedra sobre la que se sitúa este monumental edificio para mantener la horizontalidad, debido a que se prolonga hacia el Sur, bajando hacia el río Guadalquivir. Eso hicimos nosotros tras unos minutos guardando cola en la calle, y quedamos satisfechos.
Si tenéis la oportunidad de ir a Córdoba, y os gusta la tortilla de patatas, no dejéis pasar la oportunidad de ir allí.
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