La relación entre Cuba y Estados Unidos ha sido siempre complicada. Desde aquella guerra por la que se independizaron de España que se inicia en 1898 con la ayuda del coloso americano, los cubanos han visto sus vidas influenciadas por Estados Unidos. Con la revolución castrista, que acabó con el corrupto régimen de Batista, esa relación se tornó enfrentamiento. Cuba se acercó al bloque soviético y tras la crisis de los misiles y la invasión de Bahía de Cochinos por los exiliados derechistas, apoyados por el gobierno estadounidense, el embargo hacia la isla envenenó definitivamente su vecindad. Una dictadura comunista se implantó a las mismas puertas del adalid del libre mercado y aún sigue viva, a pesar de la desaparición del bloque comunista que la apoyaba. Las relaciones diplomáticas llevan más de 50 años suspendidas.
El embargo (llamado bloqueo por el régimen de los hermanos Castro, Fidel y Raúl) ha sido desde entonces la excusa para no permitir las libertades políticas en Cuba. El temor a la invasión por parte de Estados Unidos, con la ayuda de los disidentes y exiliados, a servido de pretexto para no permitir otros partidos políticos, ni para reconocer los derechos humanos. Además de para convencer a la población de que sus penurias eran consecuencia de ese boicot internacional a su economía, en lugar de deberse a la inoperancia del propio sistema burocratizado de la economía.
Desde el otro lado, la pervivencia de un régimen comunista ha permitido a los más derechistas norteamericanos y sus aliados ultras del exilio cubano lanzar sus dardos hacia la isla caribeña, deseosos de acabar con su sistema, fuese de la forma que fuese.
Por estas circunstancias, algunos hemos sido partidarios siempre de levantar el embargo contra Cuba, porque el pueblo cubano no debía soportar el boicot hacia su régimen, en sus propias carnes. Además de que servía para perpetuar la tiranía imperante allí. Al mismo tiempo hemos pedido que el régimen se reformase, dando paso a una democracia, con libertades y respeto a los derechos humanos. Así me he manifestado muchas veces. De ahí que me parezca estupendo lo que han anunciado Obama y Raúl Castro: el restablecimiento de relaciones diplomáticas, tras el intercambio de prisioneros y el reconocimiento de que el embargo no ha funcionado para acabar con la dictadura.
Ahora dirán que ellos han ganado la batalla al gigante yankee, para que no se de cuenta la población de que su economía hace aguas por todas partes por sus corrupción, sus escasos recursos y su mala administración por el régimen. Algunos, como nuestro Willy Toledo, clamarán victoria, aunque puedan temer el perder sus privilegios allí, ganados como propagandistas del régimen de los Castro. Espero que no pongan trabas a la necesaria transformación política en una democracia. Ya no podrán poner excusas. Lo cierto, es que ésta puede ser la mejor manera de que en Cuba, por fin, se respeten los derechos humanos, y deje de ser un residuo de una sistema económico y político que ha esclavizado a millones de personas en estos años pasados. Debemos ser optimistas.
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